La mayor parte del éxito económico de Cork se debe a su localización estratégica cerca de un puerto, unos trabajadores cualificados (con estudios universitarios o superiores) y la política del Gobierno de favorecer a las empresas. Pero la tecnología sustituyó el antiguo negocio de fabricación en los 70 y 80 y los trabajadores se fueron a las otras fábricas de la ciudad.