En 1930 levantó el primer trofeo que se celebró y en 1950 repitió el éxito conseguido veinte años atrás. Uruguay rompe así con la tradición y cuenta también dos trofeos que se jugaron antes de la primera cita mundialista oficial, concretamente en la década de los años veinte. Esto es lo que el erudito politólogo Benedict Anderson denominó «comunidades de sentimiento». Aquella competición puede considerarse el embrión del Mundial que hoy conocemos.